Que vivimos tiempos convulsos, nadie lo pone en duda. Y que la imprevisión y la sorpresa están más presentes que nunca, tampoco.
Sí, podríamos decir que cada época ha tenido sus fases de caos y de volatilidad, de hechos muchos mirarían al pasado siglo XX para ejemplificarlo, pero es lo que vivimos hoy, lo que nos toca, lo que hace que naveguemos sin un rumbo claro y seguro.
En el ámbito personal parece ser que los niveles de estrés y de ansiedad están en picos como nunca antes, y la desilusión, la desmotivación y la sensación de estar desorientados también. ¿Por qué sucede esto?
No es, según mi opinión, debido a que estemos en una época peor que otras anteriores. Vivimos un momento en el que, efectivamente, tenemos muchos cambios culturales, sociales, políticos y tecnológicos que se están dando todos a la vez, superponiéndose unos a otros, dando la sensación de que estamos permanentemente pisando arenas movedizas. Lo que ayer era algo seguro y sólido, hoy de ha disuelto como un azucarillo, dando lugar a un nuevo terreno inestable y cenagoso.
Y hay otro elemento que quizás sí sea diferente a otros momentos del pasado. Ahora somos más conscientes de lo que nos rodea -nos impactan miles de bits de información más que hace unos años- y es más fácil sucumbir ante cualquier señal de peligro para nuestras cómodas vidas.
Porque este sería el tercer elemento que nos está afectando negativamente, hoy más que ayer: nos hemos creado la falsa ilusión de una vida segura, previsible y sin sobresaltos. No queremos aceptar la incertidumbre ni los reveses, que siempre hay, en nuestras vidas, aunque sean parte de ella. Entonces es fácil entender como la suma de muchos cambios a la vez, más conciencia de lo que pasa y una baja tolerancia a las dificultades, den como resultado las patologías que están caracterizando este presente: el miedo y la ansiedad.
Yo, es obvio, no tengo la formación adecuada para tratar estos síntomas desde el punto de vista médico, por lo que dirigiré la mirada hacia lo que sí conozco, el mundo empresarial.
Si algo he podido ver que ha ido en incremento en estos últimos años, quizás de 2005 en adelante, es la sensación de inseguridad y pérdida de control que atenazan a los profesionales y directores en las organizaciones. Frases como…
«No sé por dónde tirar»
«No tengo claro lo que debo hacer»
«Tengo la sensación de que he perdido el control»
«Es como si todo lo viera oscuro, sin referencias»
las escucho en muchas de mis reuniones en las empresas con estos directivos, un síntoma de que algo va mal, muy mal.
Cada vez más, las personas con responsabilidades en las empresas se dedican a organizar o gestionar los procesos y las personas en una espiral creciente, donde cada nuevo problema resuelto alumbra otros dos más. Mucha energía dedicada a reuniones, correos, llamadas y a apagar fuegos de mayor o menor intensidad no deja fuerzas ni ánimo para pensar en lo importante: cómo orientar el negocio para que sea rentable y competitivo.
Y, de nuevo, esto da lugar a profesionales atemorizados por lo que sucederá hoy en su organización cuando empiece la nueva jornada. Ansiedad y miedo. Parálisis.
Desde luego, el entorno no ayuda, mercados muy complejos, innovaciones constantes, equipos cada vez más desmotivados y, por si fuera poco, los cambios tecnológicos tan rápidos como imposibles de asimilar en el corto plazo.
Luchar contra todo esto, como un barco en una tormenta, es casi imposible, pero sí hay algo que todavía tienes bajo tu control, y es el timón. Aunque las aguas estén embravecidas y parezca que no hay una salida viable a la situación, sigues teniendo la posibilidad de elegir, de actuar, de aprovechar la tormenta para aprender a navegar con ella.
Para conseguir dar un sentido a tu trabajo en la empresa, te propongo el Marketing como terapia. Dicho así, quizás levantes la ceja con el ceño fruncido y expresión de sospecha, y no te culpo.
El Marketing es, en muchas ocasiones, el patito feo de la organización, aquellos que se dedican a la propaganda y a la publicidad, un área de la que se puede prescindir en el caso de que vayan mal dadas. ¿Cómo va a ser el Marketing el bálsamo que se necesita para orientar a los profesionales y dar un sentido a su trabajo?
Pues es así. El Marketing estratégico no solo amplía la visión de la empresa, alejando el cortoplacismo asfixiante que impide ver más allá del hoy o el mañana, sino que es posible que sea el área más transversal de todas, aquella que mira lo que hace la organización a lo largo de toda su cadena de valor. Además, tiene otro ojo puesto en el mercado, por lo que sí, probablemente, entre todos los profesionales, los marketeros somos los que tenemos una mayor visión, sin sesgos, de toda la estructura.
La terapia de marketing empieza por un primer paso, y es el reconocimiento de que todas las empresas, sea cual sea su tamaño y sector, tienen una razón para existir, un valor que pueden aportar al mercado. Dicho de otra forma, cada empresa tiene un valor diferencial que la identifica entre todas las demás.
Pueden ser las personas, la forma de relacionarse con los clientes, su imagen de marca, la seguridad que trasmiten…Buscar lo que la hace diferente sería el primer tratamiento terapéutico del marketing, una labor introspectiva en la que deben participar los cuadros directivos, los empleados y también los clientes y colaboradores.
La terapia debería continuar con una valoración tranquila y sosegada sobre el papel que queremos que tenga la empresa en el mercado.
¿Ser los mejores en este o aquel nicho?
¿Solucionar bien los problemas de este segmento de clientes?
¿Ser reconocidos por tal o cual habilidad o característica?
No es fácil aplicar este tratamiento, pero una cosa es segura, probablemente sabremos qué no queremos que sea la empresa -por decisión propia o por imposibilidad- antes que lo que sí deseamos. Aun así, por descarte, tendremos mucho más diáfano el rumbo que debemos tomar.
La tercera fase terapéutica se centra en las personas.
¿Tengo las personas adecuadas para ir en el camino correcto?
¿Hacen falta nuevos profesionales o más formación en los actuales?
¿Qué perfiles necesito para que me acompañen en el viaje?
Sí, te habrás dado cuenta de que no navegas solo, a pesar de la creciente soledad del CEO, y que las personas no solo son necesarias, sino que son las que te van a ayudar a dar claridad a tu mente y tener una perspectiva diferente y quizás más acertada de la estrategia que debes seguir.
Y, por último, buscar los partners que te puedan ayudar. Al igual que nosotros, cuando estamos abatidos y desorientados, nos apoyamos en personas de confianza con los que compartimos valores y nos ayudan a avanzar, también las empresas necesitan alianzas fuertes con otros con los que tienen intereses comunes.
Una situación paralizante que bloquea la toma de decisiones y la visión estratégica es más fácil de superar con organizaciones, asociaciones o instituciones que tengan objetivos similares. Esta es una terapia marketiniana irrenunciable que debería ser permanente, independientemente del momento en el que esté la empresa.
Reconocer el valor que tiene tu organización, descubrir el verdadero aporte a la sociedad y al mercado, reunir al mejor equipo que lo haga posible y apoyarte en aliados y colaboradores externos es un buen tratamiento terapéutico para combatir la ansiedad, el miedo y las dudas que quizás te estén paralizando.
Recuerdo una de las entrevistas que más me huella me han dejado, de manera positiva, con un cliente hace ya bastante tiempo. Era la primera reunión con él, para conocer la situación del negocio y entender qué pasaba y que podía necesitar de mí.
Después de más de dos horas de conversación abierta y transparente -la verdad es que yo escuché más que hablé- y de trasmitirle la valoración sobre lo que me expuso, sus incertidumbres, dudas y preocupaciones, me dijo algo que todavía hoy tengo muy presente.
«Si te soy sincero, este rato ha sido para mí el tiempo mejor invertido en muchos meses. Has conseguido que mire las cosas desde otra perspectiva que no imaginaba…Ha sido como una terapia psicológica que me ha cambiado el ánimo…Creo que ahora tengo las cosas más claras y sé hacia dónde debo ir con más seguridad…No sabes cómo te lo agradezco».
Me conmovió en su momento y me sigue emocionando todavía hoy.
Desde entonces han sido muchas las experiencias positivas con los profesionales con los que he coincidido y en todos los casos, cambiar la percepción de la realidad ha sido la transformación que más ha influido en sus desempeños.
Y todo gracias a la magia del Marketing, al poder que tiene para disolver lo que no es importante, lo que desvía la atención del directivo y le causa desasosiego y temor, para quedarse con lo que sí es valioso, lo que hay de positivo en cada organización y que le permite desplegar una estrategia realista y ganadora.
Por eso creo que sí, que el poder que tiene el Marketing estratégico para cambiar la mentalidad de los profesionales es real y tangible, funciona. Ahora solo queda darle la oportunidad que nos brinda, abrirle las puertas y permitir que nos tranquilice y nos oriente en el camino que cada pyme tiene por delante.