Entrevista a Manuel Sánchez

 

Manuel Sánchez  (Albacete, 1967) es un compendio de muchas personas en una sola. Ingeniero en Informática y profesional del sector de la tecnología desde hace muchos años, es un amante de la cultura clásica, la astronomía, los viajes y la literatura. Roma es una de sus pasiones y ha descubierto su faceta como escritor a una edad algo tardía, con cuatro libros publicados y algunos más en camino.

Ante todo, es una persona inquieta, ávida de conocimiento y gran conocedor de las pasiones humanas, como ha reflejado en novelas como Alma Luna o La Crisálida.

Charlamos con Manuel sobre inteligencia artificial, el impacto de la cultura digital, las relaciones humanas y la pasión por escribir.

 

Manuel, es difícil definir a una persona tan polifacética como tú, pero quiero que lo intentes. ¿Quién es Manuel Sánchez?

No es una pregunta sencilla, siempre coexisten diferentes «yos» dentro de uno mismo. Hay una parte analítica, metódica y pragmática muy ligada al perfil de ingeniero y de consultor de una multinacional que poco tiene que ver con el lado emocional de un escritor, mantienen un equilibrio inestable. Y, sin embargo, la curiosidad, siempre la curiosidad por explorar.

 

¿Por qué decidiste enfocar tu carrera profesional en el ámbito de la informática?

Tuve una premonición de joven. Una tarde, cuando era un adolescente, mi hermano y yo acompañamos a nuestros padres al cine. La película, Odisea 2001, me fascinó, especialmente aquella máquina parlante, el ordenador HAL. Desde aquel momento tuve el convencimiento que la tecnología y ese mundo de ciencia ficción que tanto me atraían caminarían juntos.

 

Desde tu punto de vista, ¿hacia donde crees que nos está llevando esta imparable carrera digitalizadora en la que estamos inmersos? ¿Corremos el riesgo de “deshumanizarnos”?

Nuestra humanidad es intrínseca a nuestra esencia, está bajo nuestra piel y va más allá de los avances tecnológicos. El temor al cambio es algo natural en la historia, sin embargo el reloj, queramos o no, nunca se detiene. La digitalización no es un fin en si misma, sino un medio, una herramienta a nuestro servicio, seremos nosotros los que decidamos que hacer con ella. Un ciborg no es menos humano por el hecho de que su corazón, una pierna ortopédica o sus ojos sean mecánicos.

 

Nosotros pertenecemos a una generación en lo que lo analógico era lo habitual, como también las relaciones físicas. Hoy la intangibilidad de las cosas parece estar cambiando el modo de relacionarnos como personas y también a las empresas. ¿Qué cambios esperas en los próximos años en este sentido?

Es cierto que las nuevas tecnologías como el teletrabajo, la transformación digital, la inteligencia artificial, la robotización, el mundo en la nube, el blockchain y la ciberseguridad se han convertido en los pilares del día a día, incluso gracias a ellas hemos podido mitigar parcialmente algunos de los efectos de la pandemia del Covid-19, pero también se han convertido en nuevas oportunidades de negocio con un mercado en ebullición, en el que inevitablemente se producen cambios en la forma como nos relacionamos.

No habrá marcha atrás en la globalización y la tecnología es su bastón. Algunas de estas tecnologías fracasarán y otras nuevas surgirán, por ejemplo, hoy pocos recuerdan las Google Glass, el cine en 3D y tantas otras novedades que iban a transformar nuestro mundo. Incluso las redes sociales están sobresaturadas y su influencia, salvo en campos concretos, probablemente sobrevalorada.

 

La Inteligencia Artificial es vista como un avance y también como una amenaza. ¿Tú como la percibes?

Es una oportunidad, la estamos experimentando en sus estados iniciales, pero no nos tiene que conducir irremediablemente a un universo distópico mientras se garanticen especialmente los cinco principios éticos básicos y los derechos fundamentales. En un mundo donde la sostenibilidad, la inclusión y la disminución de la brecha digital serán cada vez más los pilares de nuestro progreso, la pregunta básica será como se van a salvaguardar esos principios éticos y los derechos fundamentales.

 

Se habla mucho del Metaverso como un nuevo espacio para las relaciones humanas y empresariales. ¿Crees que ofrecerá todo lo que promete o bien se quedará como una experiencia más como ha sido por ejemplo Second Life?

Somos seres físicos, no podemos vivir únicamente en un Metaverso virtual. Es una herramienta adicional, complementaria. La vida, queramos o no, se abre paso más allá de los confines en la que la queramos enclaustrar. Aquellos que lo deseen combinarán una faceta virtual y otra física, como decía Aristóteles, necesitamos encontrar el equilibrio. No es preciso apostar solo por una vía.

 

Como viajero incansable que eres (creo que has estado en más de 50 países) supongo que eso te ha dado una perspectiva muy amplia de la condición humana. ¿Qué te ha aportado esta afición por los viajes y qué país te ha impactado más?    

No hay nada comparable a poder alimentar los ojos, hay tantos lugares y culturas por descubrir, regresar a ellos una vez más. No importa si es cerca o lejos, es la necesidad de explorar.

 

 

Supongo que hubo un momento en tu vida que sentiste el deseo de escribir. ¿Te acuerdas cuando fue y cómo pasó?  

Recientemente se han cumplido cinco años, comencé a escribir en una edad tardía, como tantos otros escritores que han sentido la llamada tras una etapa de reflexión. Algo en el interior luchaba por abrirse paso, existía una historia latente que debía plasmar sobre el papel. Un veintiuno de abril me senté en la mesa de trabajo y creé las dos primeras páginas de Alma Luna. Surgió como un diario, pero enseguida evolucionó a un concepto diferente. Y, aunque realicé miles de rectificaciones durante los dos años que duró el proceso, aquellas primeras dos páginas apenas han sufrido modificaciones.

 

¿Qué van a encontrarse los lectores en las obras que has publicado? ¿Qué has querido plasmar y trasmitir?

Un mundo de emociones. Cuando creas una historia, necesitas compartirla con el lector, si logras que se conmueva con tus personajes es como un nuevo nacimiento. Es entonces, cuando eres consciente de que lo que escribes adquiere un nuevo significado

 

Has escrito tanto novela como relatos cortos, tocando diferentes temáticas. ¿Con qué te encuentras más a gusto?

Escribo principalmente novela, es el terreno en el que creo puedo aportar más, tanto a nivel personal como al público que lee mis historias. En relación con las temáticas, no deseo encasillarme en un género específico, es motivador explorar los distintos campos, aunque los resultados sean dispares. Creo que es desafiante ser atrevido y no temer al fracaso.

 

Confieso que he leído ya tus cuatro primeros libros publicados, Alma Luna, La Crisálida, Cajón de Sastre y Navegantes. Los dos primeros son los que más me han gustado. Creo que expresas de forma magnífica cómo las emociones humanas pueden condicionar las vidas de las personas hasta extremos impensables. ¿Es así en realidad? ¿Somos producto de nuestras emociones?

Las emociones son la esencia de nuestra humanidad. Sin ellas, nuestra vida se convertiría en la de un autómata.

 

¿Ser escritor no es hoy una aventura de riesgo? ¿Se puede compaginar con una vida profesional activa? ¿Qué objetivos tienes en este sentido?

Quizás. Es una buena pregunta. Sin embargo, es un camino sin vuelta atrás. Una vez que has andado los primeros pasos, ya no te puedes detener, es un sendero sin retorno y a la vez especial, un sueño mágico el poder expresar lo que sientes cuando escribes y crear un nuevo mundo desde una hoja en blanco.

 

Y tus próximos libros serán…

Una novela, «Las rutas del deseo», saldrá a la luz en un par de meses y a esta le seguirá «El viento del sureste», un recopilatorio de microrrelatos que estoy finalizando.

 

Ojalá se cumplan tus sueños. ¡Gracias por tu tiempo Manuel y mucho éxito!

 

Puedes encontrar los libros de Manuel Sánchez en Amazon y en librerías de Albacete y Madrid.

Página web personal:  https://manuelsanchezescritor.com  

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