Una buena técnica que puedes utilizar antes de lanzarte a una estrategia de marketing y comunicación.

Los grandes retos se pueden abordar de manera simple.

Conseguir más ventas, lograr notoriedad de marca en el público objetivo, desembarcar en nuevos nichos de mercado…son algunos de los objetivos que todas las empresas tienen siempre en el punto de mira.

Sin embargo, el camino que conduce a ellos casi nunca es fácil ni sencillo.

Todos sabemos que para conseguir una meta empresarial hay que transitar desde el punto A -donde nos encontramos- a un punto B -el objetivo-. Y que durante el trayecto «tienen que pasar cosas».

Y es en este tramo donde el bloqueo mental suele aparecer. Surge un muro, a veces exageradamente alto, que impide avanzar y trazar esa ruta hacia la meta.

 

Lo primero que tienes que saber es que todos los procesos, por complejos que puedan parecer, se componen de partes más pequeñas. Y estas a su vez de otras todavía más simples. Nadie escala una montaña «del tirón», la ascensión se hace en etapas, con campos base intermedios y con una estrategia para cada paso que se da.

Lo mismo puede aplicarse en cualquier área de la vida, en al ámbito personal, cuando tenemos que resolver un problema, y en el profesional. Y, por supuesto, cuando tenemos que diseñar una estrategia de marketing que nos lleve de ese punto A al B.

 

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Un buen método para derribar el muro es precisamente colocarse delante de él y empezar a quitarlo poco a poco y de manera metódica. No intentar derribarlo con la fuerza bruta, sino por fases y con constancia.

Ponte primero en el lugar en el que deseas que esté tu empresa cuando logre el objetivo y poco a poco haz el recorrido inverso hacia el inicio, preguntándote en cada paso qué es lo que te llevado hasta ahí.

Este proceso puede resumirse así…

 

    • Visualiza el objetivo deseado para tu empresa (punto B).
    • Vete un paso atrás y piensa en cuál fue el último paso que diste para llegar ahí. Dedica el tiempo necesario a reflexionar sobre esto.
    • Una vez identificado ese paso, pregúntate qué hicisteis en tu organización para darlo, vete un poco más atrás en el tiempo. Reflexiona y anota lo que creas que te permitió llegar a ese último paso.
    • Vuelve a dar otro paso atrás hasta y busca la causa de este último avance. Tómate de nuevo tu tiempo.
    • Repite este proceso las veces que necesites hasta que llegues a un estado similar al que se encuentra tu empresa ahora, el punto A.
    • Si es posible, realiza todo esto escribiéndolo a mano.

 

 

El resultado final será un conjunto de acciones sucesivas, relacionadas como causa-efecto que unen los puntos A y B que teníamos.

 

El último paso es leer toda la ruta desde el inicio hasta el final, analizando cada una de las etapas y valorando su consistencia y alineamiento con la realidad de tu propio negocio (capacidades, recursos, personas…).

Lo más habitual es que tengas que realizar ajustes.

 

¿Qué has hecho?

Has conseguido dividir un problema complejo en un conjunto de pequeños logros, o lo que es lo mismo, has derribado ese muro que te impedía avanzar de forma metódica y con criterio. Has trazado una ruta desde tu situación actual hasta la consecución de tus objetivos.

 

¿Ya tienes entonces una estrategia de marketing para tu marca?

No del todo.

Como te señalé, ahora hay que validar ese conjunto de pasos con tu situación interna. Tendrás que preguntarte cosas como…

 

¿Es este proceso coherente con lo que quiero que trasmita mi marca?

¿Tengo los productos y los servicios adecuados?

¿Dispongo de las personas que lo hagan realidad?

¿Y recursos económicos?

¿Cómo presentaré finalmente mi propuesta de valor?

¿Qué plazos manejaré para lograr el objetivo?

¿Cómo sabré si estoy en el camino correcto?

 

Una vez que des respuesta a las anteriores preguntas -y a otras que te surgirán- estarás en disposición de plasmar la estrategia de marketing y comunicación que necesitas.

 

¿Qué pasa si no encaja la ruta con la situación de mi empresa?

Si esto sucede, lo habitual es que hayas fijado un objetivo demasiado ambicioso para tus posibilidades, como vender más de lo que es posible o conseguir introducirte exitosamente y en poco tiempo en un nuevo mercado.

Si pasa lo anterior, deberás revisar el objetivo y volver a hacer el proceso.

 

También puede suceder que el objetivo sea realista, pero no alcanzable por aspectos internos de tu empresa, como no tener las personas o los productos adecuados.

En esta tesitura, tendrás que valorar si los cambios que tendrás que hacer para lograr los objetivos compensan en el medio plazo los beneficios esperados. Si es así, adelante. En caso contrario, tendrás que redefinir los objetivos y volver a realizar el proceso.

 

¿Qué te aporta este método en tus estrategias de marketing?

Lo más valioso de esta sistemática es su capacidad para descomponer un problema complejo en pequeñas partes más sencillas. De esta manera, podemos conocer los pequeños desafíos que entraña una estrategia concreta y la manera de superarlos.

Además de lo anterior, pone en su verdadero contexto el objetivo de la empresa. Al preguntarse sucesivamente por las causas de cada paso dado estamos identificando lo que se ha hecho para llegar al objetivo. Y, lo más importante, al final se hace una confrontación con la realidad de la empresa.

Es una metodología que siempre ofrece interesantes lecciones. Nos ayuda a elegir objetivos asumibles, a valorar los recursos internos con los que contamos y a trazar un camino seguro y predecible para nuestra estrategia de marketing.

Y, en todo caso, es una manera de prever el futuro de la organización, y que puedes aplicar en cualquier área de tu negocio donde afrontes un problema que parezca demasiado complejo o inabordable.

Recuerda, hasta los muros más altos y sólidos se componen siempre de ladrillos más pequeños. Solo hay que mirar con más detalle y proceder con pequeños pasos.

 

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